Schumann personifica el espíritu del romanticismo alemán del siglo XIX. Nacido en 1810, en Zwickau, actual territorio alemán, fue un niño solitario y soñador que al principio deseó ser poeta. La música se presentó más tarde en su vida y, a los 20 años, se dedicó a aprender composición con una determinación asombrosa. Durante casi una década, sólo produjo obras para piano, entre las que destaca el oscuro y fascinante ciclo Kreisleriana. Su relación amorosa con la brillante pianista y compositora Clara Wieck fue frustrada durante mucho tiempo por su posesivo padre, aunque más tarde culminó en matrimonio en 1840, lo cual propició una repentina efusión de canciones. La relación era sólida, pero la inestabilidad de Schumann era motivo de preocupación. Los períodos de intensa creatividad se alternaban con crisis mentales, que a veces resultaban en bloqueos artísticos. Después de las melodías para piano de su juventud, tremendamente experimentales e imaginativas, Schumann intentó afianzar su rumbo abordando formas bien establecidas como la sinfonía, concierto, oratorio y música de cámara a gran escala, pero su singular forma de pensar siempre se reafirmaba. En 1854, un periodo de euforia se convirtió en manía y tras un intento de ahogarse en el río Rin, fue internado en un asilo cerca de Bonn, donde murió en 1856.