Back to Black

Back to Black

El productor Mark Ronson recuerda cuando Amy Winehouse apareció con la letra de “Back to Black”. Estaban en un estudio de Nueva York a principios de 2006, en su primer día trabajando juntos. Ronson le había regalado un reproductor de CD portátil con la pista de piano de la canción y Winehouse desapareció durante aproximadamente una hora para escribir. Lo que trajo fue magistral: oscuro, divertido, duro y romántico. El coro, sin embargo, no funcionaba porque no rimaba: “We only said goodbye with words, I died a hundred times”. Él le pidió que lo cambiara, pero ella se limitó a poner los ojos en blanco. Así salió, ella no sabía cómo cambiarlo. A pesar de su descaro, lo que hace que Back to Black sea tan conmovedor es la sensación de que Winehouse está constantemente tratando de superar su dolor, no para eliminarlo, sino para que nadie pueda llegar a su esencia. El atractivo de la música soul es obvio: los vientos de Motown (“Rehab”, “Tears Dry On Their Own”), el romanticismo de las group-girls (“Back to Black”) o la calidad orgánica de los arreglos (“You Know I'm No Good”), en gran parte cortesía del grupo de Brooklyn, The Dap-Kings. La presencia de Winehouse y su voz atemporal, hacen que su música se sienta diferente, no como un intento de recrear el pasado sino más bien de honrar la música que amaba, sin dejar de ser fiel a la milenial modesta pero malhablada que era. Años antes de que la siguiente generación aprendiera a expresar su miseria con sarcasmo, memes y fatalismo inexpresivo, teníamos a Amy Winehouse usando palabras tan groseras que apenas podías creer que las estaba cantando y, mucho menos, con una sección de vientos de fondo. El sonido de Back to Black puede atraer a fans del retro soul y amantes del jazz, pero su actitud se acerca más al rap. Ella era divertida, pero no estaba bromeando.

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