El primer disco de Iron Maiden refleja un momento en el que Londres fundía el heavy rock setentero con la urgencia espasmódica del punk. Steve Harris rechazó a las discográficas que prometían un acuerdo si se cortaba el pelo como un punk. Sin embargo, Paul Di’Anno sí abrazaba aquellas nihilistas actitudes y su estética. De la tensión de los dos extremos surge este oscuro y potente debut con el que unos jovencísimos Maiden inmortalizaban una época, en la que no tenían un centavo, tocaban en oscuros bares, dormían en su camioneta y soñaban con la cima del rock cantando a las criaturas de la noche.