De alguna manera, Patti Smith era una tradicionalista que se inspiró en Bob Dylan, Mick Jagger y el pop de los 60. Pero también era una artista radical que hablaba de Rimbaud y Kerouac mientras delineó la incipiente escena del arte y el punk neoyorquinos con la intensidad de la poesía y el jazz. Producido por John Cale de The Velvet Underground, su debut de 1975 abarcó ese vasto territorio y mucho más aún. La magia de Horses radica en que sus sonidos están profundamente empapados en la historia del rock mientras intenta expresar un mensaje musical como nadie lo había hecho antes. Su versión de “Gloria” de Them con la frase “Jesus died for somebody’s sins, but not mine”, nos recuerda que el rock es el sonido de los renegados. Y cuando las visiones apocalípticas de “Land” nos conducen al éxito de los 60, “Land of 1000 Dances”, es porque la imagen de adolescentes expresándose a través de sus cuerpos también es, a su manera, algo sagrado. “Birdland” concluye con la voz de Smith cantando doo-wop porque, a veces, las palabras sobran.