Only God Was Above Us

Only God Was Above Us

Hay una sensación de optimismo que surge a lo largo del quinto álbum de Vampire Weekend que lo hace flotar: esperanza. Un poco desgastada, maltratada y cansada, tal vez, pero esperanza igualmente. “Cuando llegas a los 40, te encuentras al final de algunos caminos y probablemente estás en busca de algo un poco más profundo”, comenta Ezra Koenig a Apple Music. “Piensas en estas ideas, que quizás suenan cursis cuando eres más joven: gratitud, aceptación… y mucho más. Y creo que eso está infusionado en el álbum”. Tomemos como ejemplo “Mary Boone”, cuyas preocupaciones y reflexiones (“Siempre quisimos dinero, ahora el dinero ya no es lo mismo”) dan paso a un antiguo loop de R&B (“Back to Life” de Soul II Soul). O el piano de “Connect”, que suena como una melodía de Gershwin tocada de forma relajada en la habitación de al lado, aterrizando así la energía frenética de la canción. Musicalmente, nunca han sonado tan sofisticados, pero tampoco tan descuidados ni directos como aquí (“Prep-School Gangsters”). Son como un traje con tenis desgastados o una banda de garage con una orquesta completa detrás (“Ice Cream Piano”). Y si bien puedes detectar las microrreferencias y los pequeños detalles de su sonido de banda indie (producido brillantemente por Koenig y su antiguo colaborador Ariel Rechtshaid), lo que más recuerdas es el panorama general de sus canciones, que son tan amplias y reconfortantes como el mejor pop (“Classical”). “A veces hablo de eso con la banda”, explica Koenig. “Siempre debemos tener ese toque amateur para ser realmente nosotros. Necesitamos tener esa cualidad ligeramente torpe. Tiene que haber confianza y torpeza al mismo tiempo”. Junto al umbral de Father of the Bride, OGWAU (“og-guau”, prueba decirlo) parece casi un resumen de su increíble carrera de 2007 a 2013 que los convirtió en quienes son. Pero ahora son mayores, y eso también se puede percibir, principalmente en lo divertido y relajado que es el álbum. Escucha el bajo jazz y el saxofón de alto nivel en “Classical” o la batería caótica de “Prep-School Gangsters” (cortesía de Devonté Hynes, también conocido como Blood Orange), o la forma en que “Hope” se repite como una canción de asamblea escolar. No es música cool, lo que, por supuesto, la hace tan inevitablemente cool. No es que ahora parezcan preocuparse más por esas cosas. “Creo que un elemento importante es el tiempo, que es un concepto extraño”, afirma Koenig. “Algunas personas lo llaman un constructo. He oído que no es real. Eso está por encima de mi nivel salarial, pero diré, en mi experiencia, que el tiempo es genial. Por ejemplo, cuando te golpeas la cabeza contra la pared tratando de descubrir cómo usar tu cerebro para resolver un problema, el tiempo a veces simplemente hace lo suyo cuando aprender a soltar un poco”. Y para una banda que alguna vez se anunció como la más fresa y ambiciosa de la escena del indie rock, dejarse llevar es algo importante.

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